Enclavado en el corazón del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, este coloso de 3.355 metros de altitud es mucho más que una simple montaña.
El Monte Perdido (Mont Perdu, en fracés), es el tercer pico más alto de los Pirineos, tras el Aneto (3.404m.) y el Posets (3.369m.) y ha sido testigo mudo de la pasión, la valentía y el esfuerzo humano desde tiempos inmemoriales. Su conquista, un hito en la historia del pirineísmo, es una historia fascinante que combina exploración, ciencia y, por supuesto, mucha aventura.
En Casas Boj nos encanta la montaña, también en el sentido más romántico de la expresión. Por eso hoy queremos descubrirte la historia de la conquista del Monte Perdido, «el rey» de esta parte del Pirineo, cuya vertiente Norte se alza, majestuosa, por encima del circo glaciar de Pineta, a solo unos kilómetros de aquí.
Un misterio geográfico
Durante siglos, el Monte Perdido fue un enigma para los exploradores y montañeros que, en Europa, llevaban unos años tachando cumbres y resolviendo «problemas» en Los Alpes.
Situado en una región remota y de acceso complicado, se dice que el nombre «Monte Perdido» proviene de su ubicación: aunque es visible desde lugares elevados, situados a grandes distancias en regiones bajas de Aragón y Francia, el acceso a la montaña era extremadamente difícil debido a los valles profundos y escarpados que la rodean, y que ocultan su silueta hasta que uno la tiene prácticamente encima.
La época de la Ilustración trajo consigo un renovado interés por explorar el mundo natural. Fue entonces cuando el Monte Perdido captó la atención de exploradores y científicos que deseaban desentrañar sus secretos. La verdadera conquista llegó gracias a una figura clave del pirineísmo: Louis Ramond de Carbonnières.
«Cuando se ha visto la más hermosa de las montañas graníticas (el Mont Blanc), falta ver la más hermosa de las montañas calcáreas: el Monte Perdido» – Ramond de Carbonnières.
Cilindro y Monte Perdido. 1926-1938. Ricardo Compairé. Fototeca de la DPH.
Las primeras exploraciones
Louis Ramond de Carbonnières, naturalista y explorador francés, llegó a los Pirineos a finales del siglo XVIII y recorrió su parte central durante varios viajes y exploraciones, que narró de manera épica y con delicioso detalle en su libro «Viajes al Monte Perdido y a la parte adyacente de los Altos Pirineos».
Fascinado por la geología y la botánica, consideraba el Monte Perdido como un desafío personal y científico. Carbonnières estaba convencido de que el Monte Perdido era el punto más alto de los Pirineos; si conseguía hollar su cumbre y demostrarlo, se convertiría en el «campeón» del Pirineo, al modo de Horace Bennedict de Saussure en los Alpes, tras su conquista del Mont Blanc, en 1786. Carbonnières ganaría así la polémica lucha que mantenía con otro científico de Burdeos sobre la formación del Pirineo.
Ya durante su segunda visita a los Pirineos, en 1792, dedicó sus esfuerzos a explorar la zona y deducir algunas posibles rutas de acceso, pero no fue hasta 1796 cuando, acompañado de un grupo de 9 hombres, se aventuró hacia el Monte Perdido, saliendo desde el circo de Estaube (en Francia) y abriendo un posible camino hacia la Brecha de Tucarroya.
La expedición fue tan penosa como fructífera ya que, a pesar de no conseguir la ansiada cumbre, tras subir por el helado corredor que da acceso a la Brecha de Tucarroya y por el que, por cierto, ni siquiera intentaron descender, pudieron contemplar por primera vez en la historia el rincón más salvaje, escondido y bello del Pirineo: el lago de Marboré descansando a los pies del glaciar y, sobre ellos, la inexpugnable cara Norte del Monte Perdido. Regresaron a casa descendiendo hasta el lago y cruzando a francia por el Puerto de Pineta con algunas ideas nuevas en la mochila.
Ibón de Marboré o Marmorés al amanecer. Fotografía de Guillermo Bernués.
La conquista del Monte Perdido
En 1802 lideró otra expedición que intentó alcanzar la cima del coloso, junto a los guías franceses Laurent y Rondo, a los que había enviado previamente a explorar el paso por el collado de Añisclo. A su paso por el puerto de Pineta, los dos guías encontraron a un pastor que accedió a acompañarlos, por lo que hay teorías que sostienen que el pastor ya sabía que era posible subir al Monte Perdido por la ruta collado de Añisclo-Góriz-Monte Perdido, y que, por lo tanto, ya había estado allí, pero esto nunca podrá demostrarse.
Aunque las instrucciones de Carbonnières hacia los guías fueron simplemente de explorar la posible ascensión desde Góriz, estos dos, acompañados del desconocido pastor de Bielsa, buscaron una ruta de ascenso, en la que pasaron los mil y un peligros, pero finalmente lograron hacer cumbre. Como es lógico, el enfado del pirineísta fue épico, ya que habían desobedecido sus órdenes y se habían expuesto a peligros de muerte. Cuatro días después, Ramond de Carbonnnières ascendió al Monte Perdido por la ruta que él imaginaba y pudo, por fin, hacer sus mediciones.
Esta historia consolidó al Monte Perdido como una meta clave para montañeros de toda Europa y, sobre todo, marcó un antes y un después en la exploración pirenaica, ya que fue desde la cumbre del Monte Perdido desde donde Ramond de Carbonnières pudo divisar el imponente valle de Ordesa, que comenzó a explorar en el mismo año de la ascensión, convirtiéndose en una verdadera obsesión para él. Pero esa ya es otra historia.
Cumbre de Monte Perdido. Asunción Martínez, 1944.
La leyenda de las Tres Sorores
Muchas grandes montañas del mundo guardan en su historia preciosas leyendas que se han transmitido desde que el ser humano, simplemente, no podía dar una explicación lógica (ni mucho menos, científica) a la existencia de ciertos lugares.
Es el caso de la leyenda de las Tres Sorores o Treserols, como se las conoce en la zona. Este es el nombre que, derivado de la siguiente leyenda, reciben los picos de Monte Perdido, Cilindro de Marboré y Pico Añisclo o Soum de Ramond.
Hay decenas de versiones de la leyenda pero esta siempre alude a la existencia de tres bellas hermanas cristianas que tuvieron que huir hacia las montañas ante el asedio del pueblo enemigo. En algunas versiones, es el propio espectro del padre quien las maldice tras haber traicionado las hermanas a su pueblo al casarse con tres integrantes del bando enemigo. Estos, sin embargo, las habrían engañado diciéndoles que sus verdaderos prometidos habían muerto en combate. En otras versiones, las tres hermanas exiliadas simplemente mueren de frío y la nieve comienza a caer sobre ellas, hasta formar las tres cumbres que hoy conocemos como los Treserols o las Tres Sorores.
Un emblema de los Pirineos
Hoy en día, el Monte Perdido sigue siendo un icono de los Pirineos. Su macizo, rodeado de impresionantes valles glaciares como Ordesa y Pineta, forma parte del Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Escalarlo, especialmente por su cara Norte (la que nos queda más cercana) no solo es una prueba de resistencia física y pericia técnica, sino también un viaje hacia la historia y la majestuosidad de los Pirineos.
Si te apasionan las grandes montañas y quieres vivir una experiencia única, BOJ Casas de Montaña es el punto de partida ideal para descubrir los secretos del Monte Perdido. Si necesitas un guía de montaña para que te acompañe hasta la cumbre, tarea nada fácil, la Cooperativa de Guías del Pirineo, formada por guías locales, lo hará a las mil maravillas.
Planifica tu próxima escapada y siente la historia bajo tus pies mientras conquistas el Monte Perdido tal como lo hicieron aquellos pioneros hace más de dos siglos.
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